sábado, 19 de abril de 2008

NÉMESIS, "DIOSA DE LA JUSTICIA Y LA VENGANZA"



NÈMESIS, Diosa de la Justicia y la Venganza

“Hacer sufrir causaba un placer infinito;En compensación del perjuicioY del enojo del daño……hacer sufrir, una verdadera fiesta”.
Cuando el hombre invoca justicia, ¿en verdad está clamando por venganza?, y cuando reclama por lo justo, ¿está pidiendo algo diferente a una compensación al daño que considera haber recibido?. En este escrito pretendo demostrar que la concepción moderna de ¨ justicia ¨ no es más que un eufemismo de tinte moralista para renombrar la ¨venganza¨ y que es el hombre contemporáneo quien concibe los dos vocablos en sentidos y significados diferentes cuando en verdad son sinónimos, y que en consecuencia la necesidad de sentir la venganza, es la razón que explica por qué los llamados juicios o espectáculos judiciales ejercen tanto atractivo sobre las muchedumbres que consideran esa representación teatral como la materialización de ¨lo justo¨.
El hombre acostumbrado a nombrar todas las cosas, los sentimientos y las sensaciones para poder comprenderlos, o para creer que los comprende, en alguna época remota quiso darle un nombre a aquel sentimiento que lo invadía cuando clavaba el puñal en el cuerpo de su adversario, cuando se deshacía de su enemigo o cuando cazaba y mataba al lobo o al oso que por meses había diezmado sus rebaños o sus cosechas. Porque las sensaciones que tales actos producían en sus entrañas eran más intensas que cuando sacrificaba simplemente para procurarse la alimentación, el humano siempre ha pensado que no es lo mismo matar simplemente, que matar con un motivo o por defender un ideal, entendiendo por ideal cualquier cosa que al hombre se le ocurra y que se le antoje valiosa o trascendental, ya sea una cruz, una media luna, la camiseta de un equipo de fútbol o la bandera de un partido político.
Los antiguos hebreos compendiaron en la Ley del Talión; la del ¨ ojo por ojo, diente por diente ¨ todos los anteriores sentimientos. Esta fórmula legal y económica logra dar satisfacción a una necesidad de legitimación de su conducta, logra justificar desde el punto de vista legal, el placer que la vindicación produce en el ánimo del ofendido, y desde el económico reestablece el equilibrio tanto material como espiritual roto con el acto agresor. Allí el agresor, en una ecuación perfecta ( justa ), recibe el equivalente a su acto, ni más ni menos, recibe lo mismo que ha dado, mientras que el ofendido obtiene una compensación.
En latín se emplea el término vindicátio para denotar las acciones de defender, vengar y castigar, mientras que el vocablo derivado vindiciáe, se utiliza como reclamación ante el pretor de un objeto o de algo (reclamación de justicia), no menos curioso es el término vindex- que significa garante, defensor, protector, vengador; es decir que del análisis etimológico no podemos extraer la gran diferencia conceptual que hoy tienen los dos términos que se están comparando.
Para los antepasados del hombre, la venganza era un acto propio de la guerra, de la contienda entre individuos para ejercer dominio , pero a la vez era un acto generador de bienestar que además les reconciliaba con la divinidad a quien agradecían y atribuían la oportunidad de haber obtenido esa compensación. Basta con recordar las ceremonias que precedían a los duelos, ceremonias en las cuales se invocaba la protección de los dioses para que estos expresaran su veredicto; así mismo al final del torneo, en el triunfador y en los espectadores quedaba el sentimiento de haber recibido justicia sin discutir por lo justo del resultado mismo, se entendía que las deidades siempre inclinaban la balanza del lado de quien tenía la razón.
La misma representación alegórica de la justicia por la diosa Némesis quien porta una balanza, la que al empezar el juicio está equilibrada y que finalmente termina inclinada en favor de uno de los contendientes, lleva implícita la reparación, ese desequilibrio de la balanza al final del proceso es el acto compensatorio que reestablece la armonía rota por el agresor. Pero no olvidemos el resto de la representación alegórica, la balanza es sostenida por la mano izquierda de la diosa quien con su mano derecha sostiene una espada mientras que con su pie izquierdo aplasta la cabeza de una serpiente. ¿Cuál es la función de la espada? Ni más ni menos que castigar, eliminar al vencido en juicio.
Todo era natural y visceral hasta que un día, apareció el engendro más abominable de la sociedad primitiva; el Estado burócrata. Ente que se difundió como la peste sobre la faz de la tierra, y con él apareció toda su cohorte de funcionarios y sacerdotes; catalogando, nombrando, creando conceptos y dogmas, y aun determinando qué se podía sentir, decir o pensar, entonces estos burócratas proscribieron el acto natural de restablecer el equilibrio, y la vindicación dejó de ser un derecho fundamental e individual del hombre y su ejercicio se convirtió en otro de los monopolios del Estado, la obra se impuso sobre su autor, el Estado le prohibió al hombre el paliativo de la venganza personal so pena de infringirle un severo castigo.
Los sabios oficiales se dieron a la tarea de crear sobre el ejercicio de la vindicación toda una parafernalia que llamaron el aparato judicial, con sus tribunales, jueces, escribientes, carceleros, verdugos y obviamente el público; este último, una masa vociferante, manipulable y rencorosa, siempre dispuesta a vitorear y secundar cualquier cosa que le cause diversión y una gran fuente de diversión está en ver sufrir a otro. SAMSON nos relata que mientras un hombre era ejecutado en París mediante los más crueles suplicios, algunos particulares se acercaron al verdugo a sugerirle tormentos ¨ Algunos propusieron que le sacaran los dientes uno a uno; otros, que le pelaran los músculos y se echara sobre ellos líquido corrosivo, otros, en fin propusieron que se hicieran pequeñas bolitas de cáñamo y azufre para que fueran introducidas entre las uñas y luego se encendieran¨.
Entonces el desarrollo y refinación del sistema de crueldad fue confiado a la religión, ésta hizo su aporte al sistema de justicia y de allí surgieron los santos, sabios y sádicos de la fe, los ungidos por un dios sanguinario, con todo su repertorio de castigos y actos de purificación, llegaron las ordalías y los juicios de dios, con la guía del cristianismo se erigió sobre la culpa, el suplicio y el dolor el sustituto público de la otrora venganza privada, solo que ahora convertido en espectáculo de masas y en acto religioso.
Dentro del ordenamiento legal creado por ese Estado se introdujeron los términos: delito, para designar las conductas proscritas por ser contrarias a los intereses del Estado, y castigo para denominar la compensación reclamada por la deidad, y como lo afirma Nietzsche el castigo se empleó como truco nemotécnico para imprimir en la conciencia del hombre la voluntad del soberano o del Estado especialmente para que siempre recordara las prohibiciones ¨Gracias a estos espectáculos a estos dramas, se llega, por fin a fijar en la memoria cinco o seis yo no quiero… Cuanta sangre y horror se encuentra en el fondo de todas las cosas buenas¨ .
Fue entonces cuando el concepto puro y exacto de venganza se deformó, fue proscrito y penalizado, y apareció en su reemplazo el eufemismo andrógino de ¨justicia¨, algo tan humano y natural como la revancha o venganza, que ahora era exclusividad del Estado se convirtió en la seudo-virtud nominada justicia.
Por pereza y por inercia el hombre al dejar de ejercer su derecho a la vindicación, encontró cómoda la idea de que era el Estado el encargado de administrar la justicia, y aceptó indolente que su derecho se convirtiera en una merced que el soberano distribuía a su antojo y por eso la justicia desde entonces debe ser suplicada, implorada como una limosna.
El hombre ahora tan solo tiene en el archivo de su inconciente la añoranza de su antiguo poder de resarcir los agravios del cual fue despojado, a su venganza se le llama justicia, y este ser indolente y adormecido tiene que conformarse con asistir a los espectáculos estatales para repartir justicia, hoy ese espectáculo recibe el nombre de proceso, antes se llamaba torneo.
El hombre moderno disfruta de los juicios porque es lo único que le queda para poder sentir dentro de si mismo el cosquilleo que sus antepasados podían procurarse por mano propia y que les ha sido transmitido por vía de sus genes, pero hasta ese íntimo sentimiento solo puede ser expresado de manera limitada porque si se deleita en exceso entonces debe arrepentirse. Sin embargo ante la menor oportunidad de ver a alguien sometido al escarnio público las muchedumbres se arremolinan ante las salas de los tribunales o ante los televisores, atentas a los detalles más ínfimos, expectantes de la aplicación del castigo, mucho mejor si se trata de una ejecución, ya sea por crucifixión, por fusilamiento o por el aburridor método de la inyección letal.
Entonces, si la justicia no es otra cosa que la evolución, o el término técnico y civilizado para designar la venganza, ¿Cómo se puede argumentar de manera consistente que la justicia es virtud, y que la venganza no lo es?. La única explicación posible está en admitir la existencia de la doble denominación que el Estado tiene para llamar los mismos actos, lo que hace el Estado es positivo (justicia), lo que hace el individuo es negativo (venganza).
Las palabras venganza y justicia por mandato de la ley se pueden desligar la una de la otra en la misma medida en que una madre es diferente a su hija, pero definitivamente nunca van a poder renunciar a su identidad genética, por más que la hija o los servidores de esta pretendan repudiar o desconocer a la verdadera madre, bien lo afirmaba Bacon al decir que ¨la venganza es una manera de justicia salvaje¨ en el mismo sentido podemos afirmar que la justicia es una manera de venganza civilizada, pero no siempre los salvaje es malo ni lo civilizado bueno.

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